No estoy mirando nada.
Así, literal.
Sé que para muchos puede parecer una pavada, pero para mí no lo es.
Ustedes dirán: ¿por qué tanta preocupación por encontrar algo para mirar? Y la pregunta es válida. Porque en el fondo, lo que encuentro ahí no es una falta de entretenimiento, sino algo más profundo: una falta de punto de vista.
A veces eso se transforma en una especie de desafío, o se suma al sinfín de pensamientos que después arman una opinión. No sé si se entiende. Quiero decir: puede ser que haya gente que no vea nada raro en no tener ese impulso, que incluso lo celebre. Gente que no lo necesita, que lo reemplaza con otra cosa, o que directamente no conoce esa sensación. Y eso está bien. Por eso entiendo que decir “no estoy mirando nada” pueda sonar a comentario hueco, de esos que se confunden con un viento de entre casa. Pero si me detengo un poco más, si lo pienso bien, lo vivo más como un síntoma. O como un estado.
Hace semanas que no encuentro entusiasmo por ver algo nuevo. En ninguna plataforma. Nada me mueve el amperímetro. Mi novia puede dar fe: caemos siempre en Seinfeld, Los Simpson, Friends (aunque ahora ya ni eso). Es un círculo cerrado. No hay novedad que atraiga. Ni siquiera esas que todo el mundo comenta, como The Last of Us. No la vi. Con el perdón del público: no me genera nada.
Igual, no me siento incómoda. Tampoco siento que sea la única persona a la que le pase… Pero actualmente no hay película, ni video, ni link recomendado que me despierte ese pequeño placer de mirar. Y no es que falten opciones —hay de sobra—. Es algo en mí que se volvió refractario. Como si cada promesa de novedad llegara tarde, o ni siquiera llegara.
Pienso también que ninguna persona acá está todo el tiempo pediente de las novedades, ni tampoco tiene tiempo para ver todo lo que sale. O sí, el mundo es una cosa abstracta, Buenos Aires –más precisamente– es un ente absolutamente abstracto, así que de pronto darle participación a todos los pensamientos que me surgen puede ser una respuesta para incluir (?).
Entonces, pasó algo: dejé de buscar algo que me sacuda —una tarea que ya hice mil veces— y volví a lo que ya vi. Documentales, biografías, imperios, regiones, personajes. No por la historia (aunque un poco sí), también por el tono que tienen: más charlado, más enlazado, más cuento si se quiere. Me pasa que entiendo esas realizaciones como algo más grande que el simple argumento que las termina por encapsular. Se desarma y quedan cosas: una atmósfera, una cadencia, un modo de estar. Como si el mundo, para seguir girando, necesitara repetir algo. Sus gestos.
Y yo también.
Hace unos días también vengo leyendo el “para ti” de Substack y no es que todos están en la misma, pero veo el volver a cosas como un acto recurrente. Y entiendo el repetir —en este contexto— como otra cosa. No lo entiendo como evadir. Es más como reconocer. No repetimos porque estemos estancados, sino porque quizás necesitamos volver a escuchar/leer/ver algo que, en algún momento random, absorbimos sin darnos cuenta de lo lindo que era. Como pasa con los discos o los libros. No para entenderlo mejor, sino para que logre la entrada desde otro lugar porque nosotros estamos siento otros. Como si el interés no fuera algo que se conquista, sino algo que se recupera.
Pensé qué podía tener ese mismo efecto. Y me reí, pero lo primero que se me vino a la mente fue un jean gastado. No como metáfora de lo viejo, sino como la forma más concreta del cuerpo eligiendo lo que le queda cómodo cuando todo lo demás aprieta. El jean gastado no es el más lindo ni el mejor. Pero sí es el más honesto. Ya se aflojó donde hacía falta. Ya cedió. Ya se gastó. Y eso, en un tiempo donde todo quiere dejar huella, donde todo tiene que definirse o donde la mayoría de lo que tenemos que hacer es seguir un path, es una forma de resistencia.
La repetición —cuando no es automática— tiene algo vital. Permite volver sin la presión de que todo tenga que ser nuevo. Y en esa vuelta, algo cambia. Realmente termina siendo novedoso en alguna punta del vortex. Porque unx ya no es lx mismx. Entonces, eso que parecía agotado, se muestra distinto.
Capaz estamos un poco empachados de novedad. Series nuevas, palabras nuevas, causas urgentes, noticias random que, medidas con el termómetro, terminan por tener cierta frescura. Todo aparece al mismo tiempo. Todo hay que ver, entender, decir. Esa exigencia de estar al día produce una trampa: la idea de que si no corrés, quedás afuera. Repetir, ahí, parece un fracaso.
Pero no lo es.
Es otra manera de estar. Un modo más calmo —o más testarudo— de buscar algo que nos prenda. No necesito que todo sea nuevo para sentir que algo adentro se mueve.
Tal vez no mirar nada nuevo sea, por ahora, la única forma que tengo de seguir mirando.
“Everything is gone except the certainty of nothingness.”
— Henry Miller, Tropic of Cancer (1934)
Sabes que yo tampoco estoy viendo nada. Tampoco leyendo, perdí un poco ese entusiasmo. Pero debe ser temporal. Como decis, tal vez parar es la única forma de seguir mirando. En una era donde hay tanto para consumir y que todo parece descartable, repetir parecería revolucionario. Pero llevemos la revolución más lejos y dejemos la presión por estar al día y veamos lo que se nos cante el culo. Justo escribí de lo mismo en la última del videoclub. Salu2 siempre un gusto leerte